• martes, enero 08, 2008

    La segunda etapa de la Democracia Cristiana.

    Previo al cambio de Gabinete unas notas:

    Los medios han ampliamente insistido en el derrumbe inminente de la DC. Esto basado en los conflictos que últimamente han afectado al partido.

    Las críticas comienzan partiendo por la rotativa ministerial en Interior. Ya pasó Zaldívar y Velasco por el cargo y ninguno de los dos se ha logrado conectar con facilidad con el resto del equipo de Bachelet. Zaldívar apenas estuvo seis meses en el cargo y fue cambiado por Velasco. Velasco terminó renunciando de mala manera.

    Segundo, se ha insistido también en la dificultad que la DC ha tenido para apoyar a la presidenta. Específicamente por la deficiente facultad que ha tenido Alvear para dirigir el partido y que los militantes sigan una línea básica de apego que fija la directiva. Me refiero puntualmente al proyecto Transantiago y la carencia de lealtad de la DC para apoyarlo. Esto evidencia que Alvear no mostró gobernabilidad dentro de su partido cuando los diputados “colorines” votaron en el presupuesto, ni mostró liderazgo cuando Zaldívar firmó el acuerdo –tras las espaldas de la DC- con la derecha.

    El tercer indicio del crepúsculo de la DC, según los medios y referentes políticos, ha sido su catalogación de partido de carácter ecléctico y volátil. Esto se refiere al viejo y ya demasiado repetido dicho “donde calienta el sol”. Frase heredada, y certera por cierto, primero por el simple hecho de ser un partido de centro previo a 1973, y segundo por ser el partido de Concertación post 1990 mas cercano a la derecha, en una escala política.

    Son básicamente estas tres razones por los cuales se implica que el partido no solo ha perdido el rumbo y la identidad, sino que además ya no tendrá el voto de la gente. Me parece que esa sensación que circula hoy en día, de que la DC esta acabada, no es absolutamente cierto. Además me parece que los últimos tres incidentes de hoy se pueden convertir en factores positivos para la DC. Veamos:

    (1) La renuncia de los cinco diputados “colorines”: Alejandra Sepúlveda, Jaime Mulet, Pedro Araya, Carlos Olivares y Eduardo Díaz se veía venir. Era una de dos opciones: o saboteaban al partido desde el interior o se iban. Dado que el sabotaje huele a película y además no va con el espíritu DC (que algo les debe quedar), optaron por renunciar al partido. La renuncia de estos diputados más que afectar a la DC, afecta a Bachelet. El partido cómodamente los puede reemplazar en las próximas elecciones legislativas. Y dado el arrastre de la ola electoral de la DC, es probable que en una disputa entre el diputado disidente y el nuevo por el distrito, el votante PDC prefiera a alguien de su partido. La importancia de la religión en el perfil del votante, probablemente sea el factor clave en esa disputa electoral. La trayectoria y la importancia del partido no es tranzable para el votante duro DC, lo cual lo lleve a preferir al candidato por consenso antes que al candidato extraviado del rebaño.

    (2) Ahora, el reemplazo electoral de esos diputados solo será exitoso si el partido se logra reposicionar antes de que el deterioro siga cobrando víctimas. Y es este mismo punto al que se refiere Alvear cuando reacciona catalogando a los diputados que renunciaron al partido de tener aspiraciones individuales y ser contrarios a los principios y valores de la Democracia Cristiana. La estrategia de Alvear en ese sentido es separar los buenos de los malos. Los buenos van a ser los que se consideran Demócrata-cristianos según lo que se estableció en el Congreso Ideológico de Octubre. Y claramente los malos van a ser los que se consideran disidentes, los que crean lazos con la derecha y los militantes que no puedan compartir los valores que tradicional e históricamente se han predicado en el partido. Esta segunda señal, tras el primer aviso (la expulsión de Zaldívar) ya debería empezar a unir al partido bajo una causa común, si metemos los intereses electorales que priman en los políticos a la ecuación.

    (3) Y más aún, me parece que la intención de Alvear solo es posible si obtiene el apoyo de los pesos pesados del partido. Es el caso del ex Presidente Frei, el eterno Andrés Zaldívar y el desmarcado Trivelli (entre otros), que entregaron un documento donde identifican una decadencia y una crisis en el partido. Si bien este hecho podría ser leído como negativo por algunos analistas, me parece que es un gesto que a la larga va ser positiva. Es la famosa frase, cristiana por cierto, “hay que morir para renacer”, lo que avala y le da crédito al documento entregado por Frei. El reconocimiento de la crisis es el primer paso para solucionar el problema. Más que figurar y crear un nuevo conflicto, me parece que Frei y compañía están mostrando la necesidad de unidad que necesita el partido, lo cual solo será posible si Alvear interna esa petición y la aplica.

    Son estos tres factores los cuales van a relanzar al partido al éxito si Alvear los logra conjugar bien. Ahora, en contra del argumento histórico que se ha empleado para criticar al partido sobre su “problema de identidad”, me parece que la DC es un partido volátil y hay que entenderlo como tal. Es más, es esta misma característica la cual la ha hecho ser un partido exitoso durante 17 años. Si hacemos un recuento electoral ha sido el partido más exitoso desde 1990. Ha tenido dos presidentes, es el partido que elige más alcaldes y siempre ha peleado el primer lugar con la UDI en el congreso. Y no solo por elección popular le ha ido bien. Sino que el éxito electoral ha desencadenado a otros factores que lo ha mantenido como uno de los partidos más importantes del país a nivel ejecutivo. El arrastre electoral como efecto ha hecho que la presencia de la DC en el gobierno sea la más numerosa entre todos los partidos, tanto en Intendentes como en La Moneda.

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