• sábado, agosto 20, 2005

    Cultura política en Chile: viabilidad de la mujer en los cargos públicos

    La cultura política que se ha desarrollado en Chile es fruto de un largo proceso de crecimiento como país. Desde la independencia en 1810 que se ha ido configurando la política. Es así como la mujer no entra a la historia de Chile en el mundo político hasta 1935, cuando puede votar en las elecciones municipales por primera vez, cuando se crea el MEMCH (Elena Caffarena, Marta Vergara, Aida Parada, Eulogia Román, Angelina Matte).
    En 1946 se crea el Partido Femenino Chileno, lo que termina con consolidar las fortalezas unidas de las mujeres, que luego de esperar una década, desde el voto municipal, las dos cámaras aprueban la ley de voto político de la mujer en 1948. Emiten su primer voto en las elecciones presidenciales de González Videla. Desde ahí en adelante una lenta pero persistente y gradual incorporación de la mujer al sector cívico del país comenzó a concretarse.
    Mas allá de una cultura política chilena, es una identidad latinoamericana que ha causado que la mujer sea más bien una figura lejana y difusa con respecto a la política, desde la colonización hasta la mitad del siglo XX. El machismo fue, y sigue siendo, la principal razón de esta configuración social. El hombre como en todo el mundo y desde los inicios fue el genio y figura de la actividad cívica social. Es probable que en ninguna comunidad del mundo una mujer allá tomado un lugar importante en la política nacional hasta mediados del siglo XX. La teoría de cultura política en Almond y Verba, sugiere que en cada cuerpo político (tradicional, autoritario y democrático) hay una propia norma que es congruente con su estructura. Esto quiere decir que es probable que en una cultura machista como la de Chile, y bajo una dictadura, como la de Chile en los setenta y ochenta, la mujer se vea profundamente afectada y desplazada. De hecho en el retorno a la democracia una cantidad mínima de mujeres fue elegida a cargos públicos, ya que las principales figuras políticas en contra de la dictadura eran los hombres con un estilo vigoroso y valiente, donde por otro lado en la derecha lo fueron los hombres pragmáticos, economistas y serios. Es así como vemos que la cultura política no solo afecta la naturaleza misma de la democracia, pone en cuestión la estructura social que sostiene a cada país. Como lo describe Almond y Verba, la cultura cívica es una respuesta a dicha ambivalencia porque no es una cultura moderna, más bien una mezcla de la modernización con la tradición. Es así como los países más integrales y desarrollados consideran a la mujer como un componente fundamental en su sociedad política, y en especial en los cargos públicos. Margareth Tacher en Inglaterra desato lo que todavía no termina. Abrió la posibilidad a que la mujer no fuera vista como una figura materna, sino que también existe una faceta fría, calculadora y de coyuntura, que podría, sin necesitar un hombre a su lado, no solamente hacerse cargo de un escaño parlamentario, sino de un país. Clarisa Hardy, en un foro de la fundacion 21, recuerda que, durante el gobierno de Aylwin, en un gabinete integrado por 19 ministerios, sólo uno de ellos estuvo encabezado por una mujer, el SERNAM que, creado como servicio público, su jefatura tiene desde entonces rango ministerial. En el período siguiente, con el presidente Frei, fueron 3 las ministras mujeres, en el SERNAM, Justicia y Bienes Nacionales. El salto ocurre en el año 2000, al comenzar el gobierno de Lagos quien, cumpliendo su compromiso de campaña de tener un tercio de mujeres en su gabinete, nombró a 5 mujeres ministras de un total de 16 ministerios. Hardy, directora de Chile 21, en un estudio de Mujeres y Poder Evolución de la Participación Femenina., también menciona la participación en elecciones municipales y parlamentarias. Dice que de las 24 mujeres alcaldesas electas el año 1992, en la primera elección municipal en democracia, se ha subido a 28 alcaldesas en el período siguiente, a 42 en el subsiguiente, hasta alcanzar un número de 43 alcaldesas en la última elección municipal 2004-2008. Ello significa, en relación al número total de alcaldías de cada período, una representación femenina del 7% en 1992-1996; de 8% en 1996-2000; y de 12% en los dos últimos períodos, 2000-2004 y 2004-2008. Descontando a los senadores designados, de los 38 cargos del senado de elección popular, sólo 2 mujeres han sido senadoras desde 1990 a al fecha, incluyendo el actual período que rige parcialmente hasta el 2006 y 2010. Es decir, sólo el 5% de los senadores en ejercicio durante los último 15 años son mujeres. Por otra parte, en la Cámara de Diputados sí bien la tendencia muestra una creciente participación de mujeres, ésta sigue siendo muy baja. Con 7 mujeres diputadas de un total de 120 escaños en la primera legislatura en democracia, se eleva a 9, a 12 y a 13 en los tres períodos siguientes. Es decir, del 6% de representación femenina en la Cámara de Diputados durante el período 1990-1994, se alcanza el 13% para el período 2002-2006. En estudios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, cifras contextualizan el caso de Chile con otros paises de Latinoamérica. Al comparar estas cifras, se observa que los logros alcanzados por Chile, en materia de equidad de género y representación política, están muy por debajo de los alcanzados por la mayoría de los países de la región. Así, Katerin Barrales en su estudio: Participación política de las mujeres desde la equidad de género, devela que en Argentina, la presencia de mujeres en el parlamento bordea el 34%, mientras que en México el senado se compone de un 22% de mujeres. El mismo estudio tambien indica que la situación de nuestro país es menos alentadora si se analiza en el contexto mundial. Los países del norte de Europa (Finlandia, Dinamarca, Holanda, Noruega y Suecia) son quienes presentan los más altos porcentajes de mujeres en el parlamento, con un promedio de 39% Las orientaciones políticas y los enfoques antropológicos, sociológicos y de la misma ciencia política han consolidado una cultura política en nuestro país que esta naciendo. Desde el retorno a la democracia en Chile, que se esta forjando una identidad cívica propia. La mujer se ha enfrentado a un proceso de integración paulatina. Como indican las cifras, cada año más mujeres están dispuestas a candidatearse como Alcaldes y cada año sube en número de mujeres en el Parlamento, Carmen Frei, Evelyn Matthei, Lily Pérez o Isabel Allende, no solo son mujeres importantes dentro del departamento de la legislación, sino que son parte importante e influyente dentro de sus partidos y todo el espectro político. Pero es el gobierno del presidente Lagos el que ha sacado a relucir a la mujer en el sector público. Soledad Alvear y Michelle Bachelet como ministras de Estado (Gabinetes de Salud, Defensa, Justicia) pusieron en el tapete la posibilidad de que la mujer pueda tener las mismas aspiraciones que los hombres. Hace unos años era impensado que una mujer podría ocupar un cargo público de mayor importancia. La alcaldía y la cámara siempre fue accesible, pero ser Presidente era algo mas bien insospechado. Pero bajo el machismo histórico chileno, cuando surge formalmente la idea de que Michelle Bachelet y Soledad Alvear van a ser precandidatas presidenciales, nadie se sorprende. Sea porque la cultura política ha avanzado o era realmente meritorio. La meritocracia ha sido parte de este proceso en que nuestro país ha hecho que estas dos mujeres se hayan lucido en sus gabinetes, partidos políticos y en la opinión publica. Finalmente es importante mencionar que la cultura política ha avanzado sorprendentemente y la incorporación de la mujer a la política es solo un tema. Lo mas seguro es que este factor expanda la frontera de posibilidades para la mujer en los cargos públicos y a través de los años cada vez será mayor la participación de la mujer en el escenario publico y el eje político; y algún día pueda quedar claro la idea que predica Rene Jofre y convence a Cortés Terzi: Bachelet no es un fenómeno, es un proceso.

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