• martes, octubre 14, 2008

    El presidente de la comuna

    Desde 1990, la elección municipal de 2008 será la decimocuarta elección general y la quinta de su categoría. En la próxima elección local se disputaran 345 alcaldías que gobernaran las comunas del país durante los próximos 4 años. Las tasas de renovación en las elecciones municipales chilenas son consideradas buenas en una perspectiva comparada. En cada elección local se eligen alrededor de 40% de alcaldes nuevos, mientras que el 60% permanece en su cargo por medio de la re-elección.

    En esta columna me refiero al poder que tienen los alcaldes dentro de sus comunas, de las consecuencias de aquello, y de la cantidad de alcaldes que permanece sucesivamente en el poder a través de los años.

    Las elecciones municipales siempre son trascendentales dado que se elige al representante político más directo y cercano al pueblo. Entender que la elección municipal es la menos importante de todas, es una opinión errónea. Si bien el alcalde no toma las decisiones macro económicas ni guía las políticas nacionales, probablemente sea quien más influya en la vida cotidiana de la gente.

    El alcalde actúa como el jefe político comunal, administrando y representando legalmente la comuna. A su vez, el concejo municipal trabaja como un ente que propone políticas públicas pero que a la vez ejerce un rol fiscalizador frente a las atribuciones ejecutivas del alcalde. Sin embargo el alcalde posee muchos más poderes y facultades que el concejo.

    Jaime Hales, concejal de Ñuñoa, argumenta que “para la ley, el concejal no existe, no tiene poder, ni capacidad alguna. Es el cuerpo el que existe, con la gravedad de que en él no sólo están los que han sido elegidos para eso, sino también el ultrapoderoso alcalde, que propone los temás, preside la estructura, fija la tabla, dirige las sesiones, vota y si se produjera un sorpresivo empate, tiene voto dirimente”.

    El concejo municipal puede hacer poco para bloquear las decisiones del alcalde. Muchas de las decisiones administrativas y de asignación de recursos de las comunas son discrecionales del alcalde y no requieren de aprobación del concejo. Intuitivamente se puede razonar que el sistema de gobierno local nunca fue diseñado para ser administrado por un Concejo Municipal. En cambio fue creado con la intención de concentrar el poder en una sola persona.

    Pero este poder es un arma de doble filo para el alcalde como candidato incumbente. Si el alcalde hace un buen trabajo arrastrará una parte sustancial de gente a preferir su candidatura, en cambio si hace uno más bien malo será castigado sumando votos en contra. Esta lógica, que incluye la posibilidad de perder la elección, lleva a los candidatos a enfrentar la tentación de utilizar sus atribuciones y herramientas para estratégicamente maximizar votos.

    Por ejemplo, un alcalde con sendo poder de presupuesto comunal por un lado tiene la gran responsabilidad de responder a los ciudadanos de su comuna mediante la implementación de políticas publicas eficientes y eficaces, pero por otro lado hace aquello –o al menos parece hacer aquello– con el verdadero trasfondo de maximizar su votación. Como resultado el presupuesto que bien podría haber sido invertido en educación, transporte interurbano o programas de salud comunal, peligra terminar convertido en proyectos políticos populistas con miras a una re-elección.

    Pero la lógica también explica que un alcalde que no hecho un buen trabajo, y se ha guiado por estas lógicas egoístas y mezquinas, no tiene mayor convocatoria de votos. En estos casos las caras nuevas pueden parecer alternativas mucho más atractivas y renovadoras para los votantes.

    Esta situación la podemos observar objetivamente al ver la cantidad de alcaldes que sucesivamente permanece en el poder a través de los años. Si bien una buena parte de los votantes en Chile parece estar optando por gente nueva, la mayoría parece estar contenta con lo que hay. Desde 1992, en cada elección municipal, alrededor de 40% de los alcaldes son nuevos, mientras el 60% restante es re-electo.

    Esto confirma que al fin y al cabo es el soberano voto del pueblo el que vale. Sea el alcalde bueno o malo, son los votos los que deciden. Si la mayoría piensa que el alcalde incumbente es bueno, este seguirá en el poder, de lo contrario entra a la cancha el contendor más fuerte.

    Actualmente hay 40 alcaldes que permanecen en sus cargos desde la primera vez que fueron electos en 1992. Hay 65 alcaldes que permanecen en el poder desde que fueron electos en 1996. Hay 80 alcaldes que permanecen en el poder desde que fueron electos en 2000, y hay 142 alcaldes que fueron electos en 2004, y que en 2008 cumplen 4 años en el poder.

    Etiquetas: , , , ,