• viernes, agosto 29, 2008

    La política chilena tiene una lección que aprender

    En Estados Unidos las convenciones políticas tienen un objetivo muy particular: unir las diferentes facciones dentro de los partidos para enfrentar las elecciones presidenciales con la máxima ímpetu y fuerza posible. La Concertación y la Alianza tienen importantes lecciones que aprender de éste método.

    La Concertación y la Alianza son extremadamente parecidas al partido demócrata y al partido republicano en Estados Unidos. Si bien los partidos chilenos son coaliciones conformadas por múltiples partidos, su larga trayectoria y éxito electoral, comparado con el resto de los partidos, hace que su comportamiento sea en efecto uno que corresponde a un partido político. Asimismo hay una serie de puntos que hacen que las experiencias políticas estadounidenses sean fáciles de imitar en el escenario chileno. Por ejemplo, tanto los partidos en Estados Unidos como las coaliciones chilenas son los dos referentes más grandes de sus respectivos países, acumulando más de 90% de los votos, y acaparando casi el 100% de los escaños en el poder legislativo. Otra característica de similitud es que ambas son las dos grandes ideologías que representan dentro de sus países las diferencias y rivalidades en el eje económico liberal-conservador. De la misma forma también tienen múltiples líderes dentro de sus partidos. Por ejemplo, los partidos en Estados Unidos cuentan con múltiples tipos de liderazgos, no existe una sola corriente. Tanto como hay referentes más bien moderados, hay referentes más bien rígidos. De la misma forma los votantes se dividen en blandos, moderados y duros. Esto es comprable con el caso chileno, porque si bien la Concertación y la Alianza no son partidos por si solos, las coaliciones de las cuales están hechas—los partidos—, tienen múltiples facciones y visiones sobre cuales son los mejores medios para obtener y ejercer el poder. Y por otro lado, sus respectivos electorados también se dividen por ideologías partidarias.

    Actualmente se esta llevando a cabo la convención del partido demócrata. La de los republicanos, la sigue de cerca. La decisión de los partidos por hacer este tipo de convención no es aleatoria, ni sus beneficios escasos. La idea principal es adoptar una plataforma única de donde todos los partidarios se puedan identificar con una línea única y agrupadora que fije el candidato proclamado. Así, se une a todos los líderes del partido, específicamente a aquellos que antes se habían mostrados como pre-candidatos rivales, fiscalizadores o bien con actitudes estoicos frente uno al otro, para profesar unidad y espíritu de equipo. En esta instancia también se moviliza a los referentes mediáticos, se atrae a los votantes blandos, y se persuade a los indecisos.

    En Chile esta experiencia es digna de imitar. Dado que tanto la Concertación como la Alianza están compuestas por más de un partido, la unión antes de la elección es una medida fundamental para solucionar –al menos mediáticamente– los conflictos y rivalidades entre todos los referentes y partidarios para maximizar los beneficios de la votación. Si el objetivo es una elección exitosa, el mejor camino es la unidad. Es la única vía que garantiza una votación tangible y masiva. Llegar a una elección con partidos políticos, o coaliciones divididas, es la peor estrategia posible, un partido que no se pueda organizar internamente, raramente va congregar a gente que vote por ella para que organice un país.

    Sea Lagos, Bitar, Gómez, Alvear o Insulza el candidato de la Concertación, esta debe mostrar la mayor unidad posible antes de enfrentar la elección presidencial de 2008. Lo mismo sucede para la Alianza. Lavín, Longueira, Zalaquett, Piñera y Novoa, como referentes de sus sectores deben mostrar que la unidad dentro de la Alianza es un tema primordial. Tanto la Concertación como la Alianza deben mostrar que están más interesados en hacer una política que sea beneficiosa por el país, que una política que sea simplemente por los votos y la lucha por el poder. En tanto se dejen atrás las rencillas y se logren concretar opciones únicas para asumir el poder, la gente va tener una mejor percepción y una mayor acogida a la política en sí.

    Porque más que una opción es una estrategia, no solo es la última oportunidad en donde todos los grandes líderes podrán hacer campaña como un ente único, sino que es la única forma donde cada partido pueda por un lado unir mediática y masivamente a los díscolos bajo una sola línea, y por otro convencer a los electoralmente indecisos y desinteresados.

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